viernes, 25 de abril de 2008

La escalera y el recuerdo

Hoy la persona a la que más amo en el mundo me envió este texto que escribí hace más de una década. Basado en un momento presenciado en un funeral...



Tres pasos más la llevaron hasta el sitio en donde terminaba la escalera... y comenzaba la desesperación.


Tres pasos más que se tradujeron en un momento eterno. Un momento para pensar en todo : los días en el velero, con el viento acariciando su rostro y alborotando su cabello. La luz del sol filtrándose por ese cielo azul y calentando su piel morena, haciéndola sentir más... tres pasos. Uno. Dos. Una eternidad cuando el corazón late tan rápido. Un siempre que no termina nunca, cuando se teme llegar al final de la maldita escalera.


Puede oír su voz a través del tiempo; a través del viento y del sonido que producen las velas del barco que se agitan. Puede escuchar la voz del hombre a quien ama...


-- Jamás te olvidaré... siempre estaremos juntos.


Jamás te olvidaré. Y sin embargo lo hizo. Se olvidó de todo. De ella, de la niña, de Manuel y hasta del "Kaiser".


Jamás te olvidaré.


La escalera termina y aparece a su derecha la puerta de cristal. Se detiene y respira profundamente...

¿Por qué la dejó ?


¿Quién sabe ? Hay tantas cosas que no se pueden saber. Y si se pudieran conocer, ¿no sería mejor no hacerlo ?


Lo había jurado. TODO. Él había sido todo en su vida. Él había sido ella... hasta ese 4 de marzo, ese día que jamás debería de haber llegado. Ese día que había cambiado su vida. Mira su propio reflejo en el cristal de la puerta. Se mira y no puede sonreír como hacía cuando tenía 15 años... se mira y comprende, una vez más, que la vida no es fácil, que cada segundo nos golpea y nos acerca un poco más al destino inevitable...


La dejó. Se marchó sin avisarle. Simplemente desapareció... y con mucho trabajó ella lo olvidó, hasta esta mañana de diciembre.


-- ¿Bueno ?


Descolgó el auricular, sin dejar de escuchar la voz de su hija, la única razón de su existir.


-- Sí, ella habla.


Sus manos recorrían los rizos de su cabello mientras sus ojos examinaban una humedad que despertaba lentamente en una pared.


-- ¿Cuándo ?


Cerró los ojos, pues no esperaba escuchar esa noticia a través del teléfono. Ese estúpido teléfono. -- ¿Marco, está segura ?


Su voz se quebró y un sollozo apareció debajo de ella. Las uñas con esmalte rojo temblaban mientras la mujer se mordía la mano...


Al cruzar la puerta de cristal se da cuenta de que ya no hay nada que hacer. El lugar es frío, más frío que un cementerio. Más frío que un mal recuerdo... más frío.


Jamás creyó que la noticia le fuera a hacer tanto daño. Ella lo había olvidado.

Detrás de los lentes obscuros sus ojos revisan las letras blancas que esperan a ser leídas sobre el terciopelo negro.


SR. MARCO REGETZZI, 43 años, capilla 6.


Al ver ese nombre la realidad se empieza a desmoronar. 2013 recuerdos saltan a su vista. El beso, el abrazo, la fiesta, la risa, el golpe, el cigarro, la botella, la cama, el gemido... Recuerdos. Sólo recuerdos. El coche, sus labios, el sueño, su voz, su aroma, su dolor, su dolor, su dolor, su olvido y ahora... su muerte, su muerte y con su muerte : su recuerdo.


Un lamento escapa de su garganta y unos ojos curiosos, que suben la escalera, la miran. Sus largos dedos buscan una solución en su rostro, pero solamente encuentran lágrimas vacías de esperanza y llenas de desesperación...


¿Por qué la dejó ? No hay respuesta, no hay razón. ¿Por qué murió ? Para hacerle recordar que la dejó.

La mujer, con todo y sombra, da media vuelta, cruza la puerta de cristal y baja la escalera. Tres pasos más y terminará la escalera. Tres pasos, un momento eterno, una vida, su sufrimiento... el funeral de aquel hombre a quien amó y a quien jamás olvidó...


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