Las palabras de Jeter nos obligaron a volver la mirada y recordar momentos, emociones, heroísmos y hazañas. En la mente aparecieron nombres como Babe Ruth, Joe DiMaggio, Mickey Mantle, Yogi Berra y Reggie Jackson. Y en la atmósfera ese sabor a ayer que sólo el béisbol ha sabido y querido preservar; esa nobleza de un deporte estratégico y explosivo que obliga a los aficionados de todos los credos y equipos a postrarse una última vez ante esa catedral aunque sea la casa del enemigo (soy aficionado de los Mets y he de confesar que he sufrido esta temporada y que desde hoy sé que sufriré toda esta semana…).
Uno de los momentos más emotivos en la historia del Yankee Stadium es el discurso pronunciado por Lou Gehrig el 4 de julio de 1939. Luego de transformarse en leyenda haciendo dupla con Ruth y DiMaggio, y de haber jugado 2,130 partidos de manera consecutiva, sus músculos empezaron a perder fuerza al grado que dejaron de reaccionar. Le fue diagnosticada una esclerosis lateral amiotrófica –ahora conocida como la enfermedad de Lou Gehrig- y el 4 de julio se le rindió homenaje en el estadio. Gehrig tomó el micrófono y pronunció un emotivo discurso que sigue conmoviendo hoy a quien lo escucha (“Me considero el hombre más afortunado sobre la faz de la Tierra”). En 1942 Gary Cooper encarnó a Gehrig en el filme The Pride of the Yankees. Aquí un extracto del mismo, en el que se incluye la recreación del memorable discurso.
Lou Gehrig falleció el 2 de junio de 1941.
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